Se cuenta que el rey francés Luis XIV puso el nombre de Hortensia a una especie de planta descubierta en una expedición a Brasil, en honor a una mujer de la tripulación que así se llamaba. Y que había embarcado camuflada como falso grumete para obtener el pasaje. La falsaria fue capturada por los nativos. Y tras su liberación, descubierto su verdadero sexo y ya en Francia, el rey dio a esta planta el nombre de la protagonista de esta historia, como reconocimiento por el valor demostrado en su peripecia. Así se justifica que se asocie esta planta con el valor y el arrojo.
Lo cierto es que este cuento no tiene mayor fundamento, pues fue Philibert Commerson, botánico francés del siglo XVIII quien dio este nombre a una planta traída de sus viajes a extremo oriente. Lo hizo en honor de Hortense Lapaute, astrónoma contemporánea de cierto renombre en su época por sus predicciones.
Esta planta (hydrangea de nombre botánico) es arbusto predilecto que decora jardines y puentes en Japón , simbolizando el camino hacia el paraíso.
Sea símbolo de arrojo y valor, sea el rumbo al paraíso de los sintoístas, nos encontramos ante un arbusto magnífico, de anchas hojas verdes y coronas espectaculares de flores múltiples. Las flores, que pueden ser azules, rosas o blancas, se mantienen en todo su esplendor hasta varias semanas.
La hortensia crece en los jardines de nuestra latitudes, en ambientes frescos y húmedos. Requiere riego abundante y ausencia de luz solar directa. Gusta de suelos ácidos y aguas blandas.
Pierde las hojas en invierno y rebrota en primavera.