Puso Dios en los cielos un arco de luz refractada por gotas de lluvia en todas las gamas del espectro de frecuencia visible, dispuesto en bandas concéntricas, desde el límite inferior de los infrarrojos, al superior de los ultravioletas, pasando por el amarillo, el verdel, el añil… Y es signo de pacto entre Dios y sus criaturas, todas ellas incluidas. También el ser humano. Tal se cuenta en el libro del Génesis (excluyendo la justificación científica) la aparición del arcoíris desplegando su abanico de colores, ante la mirada del observador. Pacto y acuerdo tras la tormenta, promesa de paz y gesto de restaurada armonía entre las partes. Así como anuncio de renovadas esperanzas y alegrías venideras.
Bien podría servir este ramo de rosas variadas como representación y evocación del arcoíris celeste, y transmitir ese mensaje de pacto de amor. Amor inclusivo y abarcador, como recuerdan los distintos de las rosas que conforman el bouquet. Un mensaje de gratitud, por las rosas rosas; de amistad, por las rosas amarillas; de amor ardiente que mueve montañas, por las rosas naranjas; y, finalmente, de amor apasionado y adoración, por las rosas rojas.