Por un lado, el ser humano, animal de pensamiento simbólico y comportamiento social, carga de significado aquello que atrae su atención y despierta su curiosidad, y vuelca en esos objetos su ilimitada necesidad de expresarse y ser atendido. Por otro, las rosas son, entre otras cosas, el resultado evolutivo de una necesidad de reproducción sexual que desarrollaron ciertas especies de plantas, y que necesita de estrategias diversas para el intercambio de la carga genética entre los distintos individuos reproductores.
La capacidad de atracción que debén desarrollar los órganos femeninos del rosal en estas circunstancias es crucial. Y nos gustaría imaginar que éste es el motivo de la capacidad de atracción de una rosa en circunstancias que involucran ambos sexos de una especie, que necesitan fundirse entre sí para perpetuarse; que ahí se encierra el misterio que eleva las rosas rojas a símbolo de amor apasionado, a la vez que expresión del mismo cuando son ofrecidas a la amada o al amado.
No hay amores eternos… o sí.
No hay rosas eternas… o sí. ¿Conoces nuestras rosas preservadas?